Fin del globalismo, la deuda se tragó a Estados Unidos

Han transcurrido dos semanas desde que el presidente Trump implementó su agenda arancelaria y parece que han transcurrido décadas. Con la cantidad de inquietud y pánico absoluto en las bolsas de valores, en los mercados y en las redes sociales, uno podría pensar que estamos en la antesala de años de hambrunas, plagas, depresión y pestes.

"Nos han estafados durante cincuenta años. Eso se termina hoy". dijo Donald Trump al lanzar un plan de aranceles recíprocos que recuerdan los metodos proteccionistas del siglo XIX y dinamitar de manera controlada el "orden" globalista tal como lo conocemos. 

Hay quienes todavía no entienden que el  globalismo es un animal que se alimenta con la destrucción de las economías nacionales. El punto de inicio del globalismo fue en 1989, con la presidencia de George H. W. Bush y su "nuevo orden mundial". Los globalistas infiltraron los partidos Demócrata y Republicano e impulsaron un modelo económico para depredar las materias primas en países en desarrollo, instrumentalizar a los trabajadores y empobrecer a la clase media en los Estados Unidos.

Con sus nuevas tarifas, Trump está renegociando tratados y está reescribiendo las reglas del comercio global. En esencia, el statu quo globalista ya no funciona en Estados Unidos y es necesario implementar grandes cambios que impactarán en los economía global. El golpe tarifario es parte de una estrategia de disuasión propia de la guerra  fría que del siglo XXI. Si tuviera que aventurar una opinión, diría que el statu quo no funciona para la gente de ciudades como de esta foto:

Los multimillonarios (excepto Trump, al parecer) tienen dificultades para responder a preguntas como “¿Qué pasará cuando nos quedemos sin ciudades del centro de Estados Unidos para desmantelar?” y “¿Cómo afectó la calidad de vida en los Estados Unidos, la política monetaria en los últimos 20 años?”.

La dirección que tomó EE.UU, tanto monetaria como fiscalmente, es simplemente insostenible. Los déficits son demasiado altos. La deuda se disparó en comparación con el PIB. La brecha entre ricos y pobres se acelera cada año. La adicción a las drogas y al alcohol asola las ciudades. 

Peor aún, los gobiernos de republicanos y demócratas hicieron que Estados Unidos dependiera de adversarios como China para su día a día. Cuando las cadenas de suministro globales se interrumpieron durante la COVID-19, quedó claro que la calidad de vida de los norteamericanos dependía al 100 % de los productos importados: desde productos electrónicos de consumo hasta ropa y los ingredientes utilizados en productos farmacéuticos. Recalibrar Estados Unidos para que deje de depender de naciones adversarias no es algo sencillo ni insignificante. Al contrario, es la decisión más trascendental que Donald Trump puede tomar, junto con el objetivo de sanear la situación fiscal.

La agenda arancelaria de Trump rompe con el statuo quo y la complacencia que se ha extendido por Estados Unidos durante los últimos 50 años. Envía al mundo la señal de que la situación no está bien tal como está y, aún más importante, toma la decisión de frenar el problema de forma proactiva antes de que llegue a su fin por sí sola.

Habrá algunas consecuencias. Trump lo sabe de antemano. Los precios podrían subir a corto plazo, la oferta de bienes podría disminuir en el futuro y podríamos entrar en una recesión mundial, las tasas de interés también puden subir y ocasionar quiebras bancarias, sin embargo como ya mencionó Donald Trump, muchos países están trabajando para llegar a un acuerdo y cree que funcionará muy bien.

Los aranceles no son impuestos a la ciudadanía, son impuestos a las corporaciones globalistas

Desde la perspectiva libertaria, hay escépticos bienintencionados que sugieren que los aranceles son "inconstitucionales" porque simbolizan impuestos sin representación. Esto es incorrecto. Los aranceles no son un impuesto al público, ni a las economías extranjeras, son un impuesto a las corporaciones globales y a los bienes extranjeros que importan. 

Las corporaciones no son empresas creadas en "libre competencia", son estructuras socialistas que solo existen con la autorización del gobierno y protecciones especiales. Los rescates del mercado son un ejemplo perfecto de cómo las corporaciones que deberían haber desaparecido, se mantienen a flote gracias a su alianza con el gobierno y en muchos casos han privatizado el gobierno.

El globalismo no es inevitable

Los aranceles pueden parecer un arma rudimentaria contra las maquinaciones del globalismo. Como tantos liberales repiten como loros: “Trump está usando un hacha cuando debería usar un bisturí". No se trata de Trump, lo importante es señalar que el globalismo es un sistema que aparenta beneficiar a la humanidad mientras, discretamente, extrae toda la riqueza posible de la clase media. Luego deposita ese dinero en las arcas de un pequeño porcentaje de las élites financieras globalistas. El globalismo es una máquina de transferencia de riqueza y propiedad.

En términos del "libre comercio" y las cadenas de suministro, el globalismo a diferencia de la globalización, debilita a todas las naciones al obligarlas a depender de otros países para obtener recursos clave y productos básicos. Han establecido un sistema que dificulta abandonarlo. Liberarse del globalismo significa aislarse de las cadenas de suministro preestablecidas.

El globalismo y los bonos del tesoro

El fin del globalismo y la consolidación de las propuestas arancelarias de Trump dependerá de los bonos. Ni la Casa Blanca, ni el Tesoro o la Reserva Federal tienen la solución. En estos momentos la oligarquía financiera está al mando. Y si los bonos no se estabilizan (los globalistas ganan), la administración Trump abandonará su guerra comercial o la Reserva Federal se verá obligada a intervenir.

La única razón por la que Estados Unidos ha podido disimular el deterioro del nivel de vida durante los últimos 50 años ha sido porque los bonos lo permitieron. Con la constante caída de los rendimientos de los bonos desde principios de la década de 1980, la clase política (los globalistas) y la Reserva Federal pudieron emitir una cantidad cada vez mayor de deuda inundando el sistema financiero global.

Rendimiento del bono del Tesoro EE.UU. a 10 años


Deuda pública de EE:UU en trillones de US$


Entonces todo dependerá del mercado financiero para que el presidente Trump pueda revertir la externalización, recuperar la base manufacturera de Estados Unidos y equilibrar el presupuesto. Y ha decidido que la herramienta para lograr estas tres cosas son los aranceles.

El único problema es que el mercado de bonos (mejor dicho los globalistas) no lo está comprando. El rendimiento del bono del Tesoro estadounidense a 10 años estuvo peligrosamente cerca de superar el 4,8% durante las últimas dos semanas.

Rendimiento del bono del Tesoro EE.UU. a 10 años


¿Por qué es tan importante? ¿Acaso estos bonos no tenían un rendimiento del 5% o más hace apenas 15 años?

Desde 1980, Estados Unidos ha acumulado más de 20 trillones de dólares en deuda. Y necesita refinanciar 9 trillones de dólares de esa cantidad en los próximos 12 meses. La administración Trump está desesperada por lograrlo mediante deuda a largo plazo en lugar de deuda a corto plazo.

Pero, si los globalistas no quieren, los bonos no responden, entonces la administración Trump se encontrará en un lío. Un aumento repentino en los rendimientos de los bonos, con el enorme exceso de deuda de EE. UU. (los pagos de intereses son ahora el mayor gasto del presupuesto estadounidense), significaría que la burbuja financiera de todo el sistema financiero estallaría y Estados Unidos sería un país del tercer mundo similar a México o Brasil.

La crisis que se desataría haría que el colapso bursátil de 1987, el colapso de las puntocom de principios de los años 2000  y la gran crisis financiera de 2008 fueran pan comido.

¿Cuáles serán las consecuencias financieras a largo plazo de los aranceles de Trump? estamos en una pausa de 90 días, pero la pregunta sigue siendo urgente. Un repaso a la experiencia de Richard Nixon en 1971 podría ayudar a comprender el fin de la globalización. 

Sin duda, los acontecimientos recientes comparten algunas características con el "shock de Nixon", que se produjo cuando el entonces presidente retiró el dólar del patrón oro, implementó un arancel de importación del 10 % e introdujo controles temporales de precios. Este desanclaje del régimen desencadenó un período de inestabilidad e incertidumbre económica mundial. No solo provocó una pérdida de confianza empresarial, sino que también condujo a la estanflación. Los controles de precios y salarios de Nixon resultaron ser un fracaso rotundo, provocando escasez de productos y contribuyendo a una espiral de precios-salarios. Todo este episodio contribuyó decisivamente a la enorme inflación de la década de 1970.

Al igual que con los aranceles de Trump, los de Nixon se introdujeron para presionar a los países a cambiar los términos de intercambio y así ayudar a reducir el déficit comercial estadounidense. Sus mayores preocupaciones eran Japón y Alemania. "Mi filosofía, señor presidente, es que todos los extranjeros quieren perjudicarnos y es nuestro deber perjudicarlos primero", le había dicho el secretario del Tesoro, John Connally.

En un mundo hiperfinanciarizado, ya hemos visto durante estas semanas, que los mercados de bonos controlado por los globalistas pueden forzar la intervención de los políticos con mucha mayor rapidez. En 1971, los aranceles de Nixon tardaron cuatro meses en eliminarse mediante el acuerdo Smithsonian. Pero la conmoción ya había catalizado cambios extraordinarios en las finanzas, lo que llevó a la creación de nuevos instrumentos para apostar por la dirección de los tipos de interés y cubrir el riesgo cambiario, como los futuros y las opciones sobre divisas. Esa vez, ganaron los globalistas porque vendieron la deuda de Estados Unidos en los casinos dedicados a los derivados financieros.

Las dificultades de la estanflación en el sistema bancario provocaron un cambio radical en el comportamiento y la regulación financiera. Los inversores reorientaron su asignación de activos hacia el oro y los activos reales para preservar su valor . Mientras tanto , las empresas y los depositantes trasladaron cada vez más sus actividades de los bancos a los mercados de bonos. El porcentaje de préstamos bancarios respecto al endeudamiento total de la economía ha ido disminuyendo desde entonces. En resumen, las finanzas modernas se forjaron a principios de la década de 1970 mediante derivados financieros.

También existen paralelismos con países fuera de EE. UU. que actualmente se preocupan por los aranceles. En 1971, los aliados más cercanos de EE. UU. también recibieron un trato deficiente. Nixon impuso aranceles a Canadá a pesar de que su moneda ya flotaba. Al igual que el primer ministro Mark Carney hoy, los canadienses no se rindieron y finalmente se eliminaron los aranceles. Podría haber sido aún peor: Connally también quería que EE. UU. se retirara de un antiguo pacto con Canadá sobre automóviles y autopartes.

En última instancia, la necesidad de estabilizar las relaciones internacionales con los aliados contribuyó a inclinar la balanza en contra de los aranceles.  Henry Kissinger, entonces asesor de seguridad nacional, "se preocupó cada vez más por el impacto perturbador de una confrontación prolongada con los aliados". 

Nixon también ejerció una enorme presión sobre la Reserva Federal para que implementara una política monetaria expansiva que compensara el impacto. William Safire, redactor de discursos de Nixon, relata cómo la administración mantuvo un flujo constante de filtraciones anónimas para presionar al presidente de la Reserva Federal, Arthur Burns, incluyendo una propuesta para ampliar el tamaño de la Reserva Federal, de modo que Nixon pudiera integrar el comité con nuevos miembros que lo apoyaran, los globalistas dueños de la Reserva Federal truncaron esas pretensiones.

En definitiva, el impuesto de cuatro meses de Nixon pudo haber facilitado la revaluación del dólar, pero no alcanzó los objetivos deseados y no tuvo un impacto perceptible en las importaciones. Sin embargo, las repercusiones económicas de la medida se extendieron a lo largo de las décadas. Incluso la creación del euro se deriva de ella. ¿Podría ser el próximo paso un dolar o euro digital o unos mercados de capital más profundos y descentralizados? Aún no está claro, pero la historia sugiere que las consecuencias de esta última conmoción se sentirán durante años. 

La política arancelaria del presidente Trump es solo el comienzo. Está  sentando las bases  para el fin del impuesto sobre la renta, del IRS y de la  Reserva Federal . Para lograrlo, es necesario liberar la economía estadounidense de los globalistas y despertar el espíritu emprendedor de los estadounidenses.








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https://www.zerohedge.com/news/2025-04-07/its-not-just-about-tariffs

https://www.zerohedge.com/economics/tariff-freak-out-why-so-many-people-cling-cancer-globalism

https://www.zerohedge.com/news/2025-04-12/warning-us-approaching-funding-crisis

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