APOCALIPSIS AHORA
Es el título de una una película épica bélica estadounidense de 1979 dirigida y producida por Francis Ford Coppola. reconocida en general como una obra maestra de la cinematografía del siglo xx, siendo objeto de amplios análisis por su valor cinematográfico por los temas que aborda, como su concepción de la locura de la guerra y el horror de la barbarie y degradación moral humana. Es considerada por muchos como el mejor filme bélico de todos los tiempos y una de las mejores y más grandes películas jamás realizadas.
Lo transcurrido desde el 2020, y en realidad desde hace una década, me recuerda la película, parece que estamos en el fin de toda razón. He leído muchos informes de investigación escritos por analistas independientes, CEOS de la industrias farmaceuticas, financiera, funcionarios gubernamentales de los Institutos de Salud de EEUU y otros que construyeron la extraña realidad de 2020 y después. Todos son personajes bisagras, involucrados en un asesinato global, fui testigo de un experimento científico con la población humana. Las enfermedades infecciosas no conocen fronteras, los señores de la guerra, sabían con certeza que tendrían que ser globales.
Los mandatos para aplanar la curva eran medievales: tápate la cara, dos metros de distancia, no trabajes y reza por el alma de los ancianos. No hace falta decir –pero lo dijeron de todos modos– que los lugares interiores y exteriores donde se reunía la gente debían estar cerrados (esas fueron las palabras exactas emitidas por la Casa Blanca el 16 de marzo de 2020). El plan se implementó, primero en China (construyendo un hospital en 10 días), luego en el norte de Italia (con el convoy de la muerte en Bérgamo), luego en Estados Unidos, y el resto del mundo se alineó, excepto un puñado de naciones, incluida Suecia, que enfrentó muchos meses de críticas brutales por permitir la libertad a sus ciudadanos.
Es difícil creer que los impulsores de la plandemia estaban seguros, que un virus respiratorio desaparecería por cuarentena, ¿O que una poción aparecería a tiempo para inocular a toda la población a pesar de que a nadie se le había ocurrido algo así antes? ¿Es eso lo que creían? O tal vez fue simplemente divertido o remunerativamente ventajoso probar un experimento grandioso y global con la población humana, es difícil creer que no provengan de alguna ficción distópica. Y sin embargo esto es lo que pasó.
Como en la película, tanto los que acabaron muertos como los vivos estamos infectados hasta el tuétano y de manera irreversible la idea de los derechos humanos y de la libertad pasó a un segundo plano. Por decreto, la población humana fue dividida en categorías. Comenzó con distinciones esenciales y no esenciales extraídas de protocolos militares que de repente pertenecían a todo el mundo.
Inmediatamente comenzó también la estigmatización de los enfermos. ¿Estaban enfermos porque no cumplieron lo suficiente? ¿Desobedecieron los protocolos? enmascarado versus desenmascarado. Nosotros contra ellos y cuando apareció la vacuna, llegó la división definitiva: vacunados versus no vacunados, amigo - enemigo. Ni en el peor momento durante la crisis del SIDA, cerraron los burdeles (impulsado nada menos que por Anthony Fauci),
Y como si fuera el final de un rodaje más salvaje de la historia, el gran reseteo fue el siguiente paso, un plan para establecer una dictadura tecnológica gobernada por Klaus Schwab, director del WEF, y Bill Gates, fundador de Microsoft. “No poseerás nada y serás feliz” o «resetear el capitalismo» fue el grito de guerra. Detrás de todo esto hay un motivo político que se remonta a la época de los nazis, Carl Schmitt de 1932 en su libro «El concepto de lo político» desdeña por completo los derechos humanos basándose en que tales nociones no sustentan a Estados robustos. Por supuesto, era un jurista nazi y su pensamiento sentó las bases para la demonización de los judíos y el avance del Estado totalitario.
En opinión de Schmitt, la distinción amigo/enemigo es el mejor método para unir a la gente en torno a una gran causa que dé sentido a la vida. Este impulso es el que da fuerza al Estado. Y va más allá: la distinción amigo/enemigo se enciende mejor en la realidad del derramamiento de sangre:
“El Estado como entidad política decisiva posee un poder enorme: la posibilidad de hacer la guerra y con ello disponer públicamente de la vida de los hombres. Implica una doble posibilidad: el derecho a exigir de sus propios miembros la disposición a morir y a matar sin vacilar a los enemigos”.
Durante años me pregunté «¿Por qué hay conflictos en medio oriente?» “¿Dónde termina esto?” Ahora tengo mi respuesta: en guerra y terrorismo. Apocalipsis ahora, estamos ante la muerte de inocentes y probablemente esto sea sólo el comienzo. Los confinamientos no sólo rompieron los viejos códigos morales y los límites acordados con el poder estatal. Rompió la personalidad y el espíritu humano en todo el mundo.
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