¿COMENZARÁ A COLAPSAR LA UNIVERSIDAD PERUANA?

Durante décadas universidades nacionales y privadas han maleducado a generaciones y atentaron contra su futuro. ¡Y con ello, contra el Perú! Una de las consecuencias de semejante trayectoria, es esta vergonzante realidad: ¡quien dirige las riendas del gobierno resulta ser un ignorante plagiario! Un majadero que confunde sombrero con birrete, un enano intelectual, que se sacó la lotería electoral. Un caso inédito en la historia peruana, como ha recordado César Nakazaki ex abogado de Alberto Fujimori: un presidente en ejercicio investigado por múltiples casos de corrupción por la fiscalía.


Por estas deshonras, cada vez más personas hablan del fin de la universidad, es hora de pensar en cerrarlas en lugar de reformarlas. Universidades abatidas por la corrupción probada, cero indicios, frustradas y mediocres, con alumnos que se titulan con tesis, donde el objetivo de investigación es el “Análisis de la reconciliación entre Sheyla Rojas y Antonio Pavón transmitida durante el programa Combate”(mayo de 2013). No tenemos alternativa, la única posibilidad es deshacerse de las universidades chicha por completo, sobran los incultos con títulos de fotocopiadora.

Una sociedad moderna requiere universidades para dedicarse a la ciencia y la ingeniería. Las Facultades de humanidades, derecho, economía y administración en la mayoría de las universidades nacionales y privadas se han convertido en pozos negros de corrupción y adoctrinamiento de políticas de identidad y estudios de agravios. Los alumnos que no pueden aprobar un examen de admisión recalan en estas Facultades, pagan por aprobar los créditos y se titulan. Y en el camino Rectores, Decanos y algunos “profes” amasan pequeñas fortunas. 

¡Allí radica el problema! Analicemos el caso de Pedro Castillo, presidente de la República. Individuo incapaz de entender (menos explicar) las cosas más básicas, por su evidente ineptitud intelectual y cognitiva. Nunca se esforzó ni se preparó como lo hace cualquier persona con autoestima. Como él, cientos se gradúan de maestros y doctores cada semestre en Facultades que deberían verse privadas de financiación pública y, en última instancia, cerrarse.

Mi experiencia me dice, necesitamos dejar de retorcernos las manos sobre cómo salvar la academia o la universidad y reconocer que su enfermedad es terminal. Tenga o no razón, quizás es demasiado pronto para decirlo con certeza. Pero si es así, la desaparición de universidades o Facultades de pelo corto no tiene por qué ser motivo de solemnidad. Por el contrario, el fin de los títulos y posgrados falsos, puede inspirar celebración y reenfocarnos en dar vida a nuevas alternativas. La universidad donde estudie dejó de existir, sus “autoridades académicas” lo mataron.

En 1976 el economista HerbStein, afirmó “lo que no puede durar para siempre, no lo hará”. En la próxima década, veremos muchas de las llamadas universidades privadas cerrar sus puertas. También veremos más alternativas a las universidades públicas y tradicionales. Muchos de estas estarán en línea. Algunas serán empresas ad hoc con recursos propios cobrados a los alumnos.  

Estoy seguro, los ciudadanos reflexivos van a acelerar este proceso. Su mejor decisión será limitar fondos a la universidad – negocio. Ningún dinero público debería alimentar a universidades que afirman estar educando a los estudiantes cuando en realidad simplemente los están adoctrinando y donde se juegan gordos intereses de orden ideológico, político y económico.

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